Estoy con ustedes hasta el fin del mundo
El Mago Naranja, el Lector y la Elfo re reunieron
frente al Rey y agacharon la cabeza.
-¿Están Listos? –preguntó el más sabio de los
cuatro.
-No lo sabemos –contestó el Mago.
-Pero aquí estamos para hacer tu voluntad y no la
nuestra –afirmó el Lector.
-Entonces prepárense, porque va a ser más difícil.
Busquen a su nuevo General, él los ayudará. Usen el azul, les dará suerte.
Manténganse unidos, sé que les costará pero hagan el intento.
-El equipo ya está trabajando –dijo el Mago con una
sonrisa en el rostro.
-¿Y nosotros? –preguntó la Elfo.
-Dividámonos el trabajo como el año pasado.
Acompañemos a los que confían en nosotros y démosle el apoyo que necesitan –propuso
el Lector.
-Reunámonos en unos días para sincronizar el
trabajo –propuso la Elfo.
-Hecho –aceptó el Mago y se despidieron los tres
con una sonrisa en el rostro.
-Esto no funciona así –refutó el Mago.
-Vamos, nos tenemos que poner de acuerdo –insistía la
Elfo.
-No tenemos tiempo para perder. Que cada uno se
haga cargo de su parte –dijo el Lector.
-¿Acaso no se dan cuenta que nos estamos separando?
–reflexionó la Elfo.
-Es que a este paso no podemos unirnos del todo…
-dijo el Mago con algo de frustración.
-El equipo nos necesita. Si tenemos que sacrificar
parte de nosotros para que ellos se preparen correctamente, entonces hagámoslo –dijo
el Lector.
Ninguno de los tres estaba ya tan sonriente.
El Mago caminaba con su ángel tomándole la mano.
Era la única forma en la que sentía paz. Algo hacía que se sienta incómodo con
el servicio que prestaba aquél año. En un abrazo se unieron y largo tiempo allí
se quedaron. Paz…
-Paz… -reflexionaba el Mago-. Tenemos que buscar la
Paz.
-¿Porqué estamos tan separados? –preguntó el
Lector.
-Porque el tiempo no nos deja unirnos –respondió el
Mago.
-Yo entiendo que los tres tengamos que cuidar cosas
más allá de los límites del Reinado, pero no podemos funcionar si nos tratamos
mal y descuidamos lo del interior –reflexionaba la Elfo.
-Tenemos que ser más tolerantes entre nosotros y si
no nos podemos juntar, por lo menos contarnos las cosas –decía el lector.
-Pero también tenemos que entender nuestros límites
–Dijo el Mago-. No nos invadamos.
-¿Saben que ahora esto va a tener consecuencias,
no? –Preguntó la Elfo-. El equipo nos vio desunidos y ahora entre ellos tampoco
hay una unión sincronizada.
-Pongámonos la armadura –propuso el Mago, y así lo
hicieron.
Cada uno se puso su armadura, correspondiente con
el color de su alma. Pero esta vez, en ese momento en que los tres estaban
dispuestos a luchar para que el plan del Rey salga lo mejor posible, las
armaduras comenzaron a vibrar en la misma frecuencia. Las tres eran azules, con
una cruz en el pecho y un círculo amarillo en la espalda. Cuando el sol les
daba, la imagen de la espalda se unía con la del frente y se lograba distinguir
el emblema de aquella batalla.
Entonces lo notaron. El equipo estaba débil. Estaban
en medio de la batalla y si bien el de la cola en punta no parecía ganar, se
estaba debilitando todo. Llegada la noche, todos se retiraron a descansar. Los tres
se unieron y llamaron al Espíritu, ese que los dejaba mostrarse en sus formas
mágicas. Entonces como Águila Dorada, Fénix y Elfo, se unieron en un solo ser
abrazado por el Rey. El Equipo los vio y encontró un ejemplo de unión. Al día
siguiente la batalla fue contundentemente un triunfo.
-¿Aprendieron de sus errores? –preguntó el Rey.
-Y crecimos en ellos para el bien de tus planes –respondió
el Mago.
-Y lo hicieron bien –dijo el Rey con una sonrisa-.
Pero hubo momentos en que se olvidaron de mí y mi compañía.
-Queremos hacer lo mejor para vos –dijo el Lector.
-Entonces recuérdenlo bien: Estoy con ustedes,
hasta el fin del mundo.
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