Comienzo de ruta
Día 98 después de despertar.
El día 4 después de despertar entendí que caminar entre los mismo escombros siempre, no era una respuesta acertada para seguir la vida después de la caída de los ángeles. Emprendí el camino hacia la columna de luz en el horizonte, con la esperanza de encontrar respuestas.
El día 20 me encontré con los hombres de piedra que acosaban las 4 familias refugiadas en el edificio donde alguna vez funcionó un gobierno. Los pudimos sacar de allí, pero no derrotarlos. Deseaban el cobre de las paredes. Descubrimos que con ellos no se puede luchar, pero sí darles lo que quieren para que no molesten. Creo que hasta se puede llegar a crear una alianza de mutuo beneficio.
El día 47 llegué al cañón que se formó donde alguna vez corrió el Colorado. Encontré un auto que funcionaba y me ayudó a escapar de los fantasmas color negro. Algunos reclamaban ayuda, otros decían querer volver a algún lugar. El punto es que ante la duda y el acoso que me generaban, rápidamente comencé mi recorrido bordeando el cañón. En algún momento llegaría a un punto que se conectara con la otra orilla.
Los gnomos que correspondían a la denominación de Pomperitos, los encontré el día 52. Deseaban llevarse varios niños que se refugiaban en las cuevas de la nueva cordillera. Un anciano los cuidaba. Los matamos con cuchillos. Corrió mucha sangre ese día.
El diario en el que escribo lo encontré en un edificio que había aguantado el colapso. Buscaba comida que no encontré, como tampoco nada para escribir. Entre el día 60 y el 64 pasé hambre. No había ratas, ni latas en las alacenas. El día 65 encontré a Leonor y ella me ofreció carne de una vaca vieja que había muerto de forma natural. Fue la gloria.
Leonor me acompañó hasta el día 89, cuando la infección de la pierna no la dejó seguir. Se sacrificó para que pueda escapar de los lobos gigantes. el día 92 ya no encontré otros vehículos de donde sacar nafta y tuve que dejar el auto. Pero en una casa en medio de la nada, encontré un arma y varias cajas de balas. Estaban en la mano de alguien no mucho mayor que yo, con el cañón en la boca.
El día 95 encontré a Daniel. Él tenía varios lápices, así que hoy me decidí a usarlos. Lo tuve que matar, sus intenciones no eran buenas. me quedé con su mochila, la ropa y comida.
Hoy, llevo el arma, las cajas de proyectiles, un cambio de ropa y varias latas con comida. Vi un puente que alguien construyó, así que me acerco con cautela. Si la suerte está de mi lado, cruzaré sin molestar a nadie.
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