Construir mas Arcoiris

Volaba en un cielo lleno de nubes. No había oscuridad, el sol brillaba con fuerza. Sin embargo la neblina lo cubría todo, era simplemente difuso, casi no podía dar un paso sin tantear qué había adelante.
Cuando bajó para ponerse a trabajar, la rutina lo aplastó. De no ser por aquella armadura dorada, simplemente hubiese quedado tendido sin nada por hacer. Entonces la mano de una madre se acercó en medio de la neblina. Una carta se acercaba con aquella mano, conteniendo una invitación a meterse en un mundo lleno de… tenía una leve idea de lo que era aquella palabra desconocida, pero no la certeza de haberlo visto en persona.
Voló mucho tiempo, se preguntaba si debía ir a aquel lugar. ¿Era capaz de cerrar sus alas por varios días para el provecho de otros, otra vez? ¿Estaba listo para formar parte de ese equipo?
-Llegó el color que faltaba –dijo aquella madre. Todos lo miraron a él, quien llegó tarde por seguir con su rutina.- Te presento al frente de ataque, las pintoras de almas.
Las Pintoras de Almas eran 9 ángeles que para poder verlos con algo de claridad, debías cubrirte los ojos. La luz que desprendía parecía intensificarse a cada segundo, haciendo más difícil encontrar sus rostros.
-Pintoras, ellos 6 son los Arquitectos de Arcoíris –presentó la madre- Ellos prepararán el camino para que ustedes puedan caminar.
Los compañeros del Guerrero de Armadura Dorada eran otros luchadores del ejército del Rey, con los que solo había compartido campamentos, pero nunca batallas.
-¿Contra quién peleamos? –preguntó el de armadura de oro.
- No vamos a pelear contra nadie, prepararemos almas para la batalla –explicó el otro guerrero, el de blanco.
-¿Vos entendés que no estamos para luchar, ni para entrenar? –le preguntó la de violeta-. Estamos para preparar el camino de estos ángeles.
-¿Porqué llaman a 6 guerreros a hacer este trabajo? –quiso saber el de dorado.
-La humildad es algo que tenés que trabajar, Guerrero Dorado –contestó la de Rosa.
-Tu experiencia sólo te hace mas fuerte, pero no mas hábil –dijo la de plateado.
-Vas a tener que aprender a trabajar en equipo –dijo la de amarillo.
El de dorado se sintió pequeño. Casi indefenso. Entendió que los que formarían equipo con él, eran más humildes que él. Después de mucho tiempo, tendría que volver a hacerse pequeño para poder crecer.
Juntos comenzaron a construir los cimientos de una obra del Rey, para el Rey. Tal vez el amarillo se deslució un poco, pero los otros colores se volvieron uno. Se complementaron y el de Dorado volvió a ser pequeño.
Los cimientos estaban listos y la estructura terminada. Los 6 Arquitectos extendieron sus alas y apoyaron sus espaldas en la parte de abajo, de lo más alto del arcoíris. Entonces las Pintoras comenzaron a brillar. El de Dorado notó que junto a los ángeles caminaban 15 chicas más. Por delante de todos, la madre y un hombre de fuerza en el alma.
Estaban por llegar a lo más alto de la estructura, cuando una de las personas que caminaba junto a los ángeles resbaló. La caída fue algo imprevisto. La madre saltó tras la chica que caía. El de Blanco dejó a sus compañeros y fue en busca de la madre y la chica. El de Dorado hizo lo mimo, no podía ver esa escena y no hacer nada.
-Nosotras podemos –gritó la de rosa cuando el guerrero dorado se detuvo a ver hacia atrás.
La que resbaló llegó a tierra sin un rasguño. Ella misma había decidido caer del arcoíris. La madre volvió junto al resto de las chicas y sus ángeles y siguió el camino.
Fueron 4 días. La estructura nunca amenazó con caer, pero tenía pequeños baches que debían ser reparados enseguida. Los 6 guerreros casi no durmieron, no se podían dar ese lujo. Los colores pintados por las Pintoras, brillaban con la fuerza del sol. Eso los recargaba.
Terminaron de caminar y pintar el arcoíris. Allí estaba majestuoso con sus colores flamantes, sus pasos marcados y el sol enmarcando al Rey que los miraba sonriente.
Los guerreros bajaron y plegaron sus alas junto a las Pintoras. Lo notó enseguida, ahora podía ver los rostros de uno y cada uno. No era porque los ángeles dejaran de brillar, sino porque él brillaba tanto como ellas. Su dorado ahora estaba surcado por tantos colores como uno pueda imaginar. Las armaduras de sus amigos Arquitectos estaban igual a la de él.
-Bienvenidos a mi mundo –dijo el Rey.
Los ángeles se inclinaron en señal de respeto. Las personas que caminaron el arcoíris corrieron a abrazarlo. La madre y el de alma fuerte dieron un paso y también agacharon la cabeza. Los arquitectos desplegaron sus alas, pero no alzaron vuelo.
El Guerrero Dorado no lo pudo evitar, comenzó a llorar. Sus alas se movieron y subió hasta lo alto del arcoíris. Lo pisó, recordó que en algún momento él también lo camino… cuando todavía sus alas no eran tan grandes y la armadura no estaba completa. Entonces un león se acercó caminando por el arcoíris, y una elfo lo acompañaba. El guerrero se hizo Águila y vio como sus amigos Arquitectos también se hacían bellas bestias de Dios. Un Dragón Blanco, un Unicornio Celeste, un Pegaso Rosa, una Loba Amarilla y un Fénix de Plata.
El Águila Dorada se quedó junto al León y la Elfo, y vio al Rey acercarse.
-¿Porqué no lo recordaba? –preguntó el de Dorado.
-Porque cuando crecés, te olvidás –explicó el Rey.
-Pero también olvidé que tenía esta forma.
-Necesitabas cargarte de… colores –dijo el Rey y sonrió.
-¿Ahora qué hago?
-Descansa, que en pocos días tendrás que cuidar a los pequeños que se están haciendo grandes, y tendrás que ayudarlos a no olvidar.

El Guerrero Dorado durmió un día entero después de esto.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Luchar y Valorar

El Objetivo

Comienzo de ruta