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El Objetivo

Día 148 después de despertar. Antes de llegar al puente, ya los había visto. Eran cual humanos, pero con un fluorescente brillo en la piel. Era una comunidad pero sin adultos ni niños. Su capacidad de flotar los hacía silenciosos. En aquel momento me pregunté qué eran o qué les había sucedido. Decidí esperar un día. Durante la noche ellos se apagaban, y tuve miedo. Comencé a perseguirme, estaba paranoico. Me dormí con la sensación de ser observado. Desperté dentro de un lugar cerrado. La luz de sus pieles era mas fuerte de cerca, lastimaba mis ojos. Me dijeron que eran ángeles, de los que cayeron. me explicaron que con ellos también cayó Dios y subieron las calamidades. Tuve que explicarles quién era y hacia donde iba. Me advirtieron que no siga mi camino, que solo encontraría la muerte y que debía cuidarme porque ya éramos pocos los que quedábamos. Me dejaron ir con la condición de, en caso de querer seguir mi camino, lleve un mensaje a Dios. "Nosotros no perdimos la Fe...

Comienzo de ruta

Día 98 después de despertar. Hacia el 25 de Octubre, todo comenzaba con la alarma de un despertador que creí no funcionaba. Tal vez, solo tal vez, haya entendido que podía haberme pasado en cualquier momento. Sin embargo, nada lo había anticipado. Los sueños se esfumaron y el anhelo de reconstruir todo en búsqueda de una esperanza se convirtió de una fantasía de películas a una aterradora realidad.  El día 4 después de despertar entendí que caminar entre los mismo escombros siempre, no era una respuesta acertada para seguir la vida después de la caída de los ángeles. Emprendí el camino hacia la columna de luz en el horizonte, con la esperanza de encontrar respuestas. El día 20 me encontré con los hombres de piedra que acosaban las 4 familias refugiadas en el edificio donde alguna vez funcionó un gobierno. Los pudimos sacar de allí, pero no derrotarlos. Deseaban el cobre de las paredes. Descubrimos que con ellos no se puede luchar, pero sí darles lo que quieren para que n...

Siguiente paso...

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Se volvió hacia el horizonte y allí quedó. No se movía, ni el viento movía sus ropas. Los meses pasaron y la última batalla, pese a haber sido un triunfo, no lo dejó bien. La vida lo había llevado a moverse de lugar, había comenzado a compartir la vida con su ángel. Pero algo no funcionaba, algo hacía que no sea feliz… o no del todo. No hacía mucho que había pedido al Rey que no lo lleve al nuevo entrenamiento de almas. Tampoco hacía mucho que sintió que nadie respetaba su trabajo para el reino. Estaba triste. Entonces el viento movió sus ropas, y el Mago Naranja sintió la presencia del Rey. Se volvió hacia la derecha y lo encontró sentado sobre una roca. Tal como siempre, parecía estar seguro de lo que hacía. -¿Qué hago? –preguntó el Mago. -Vive –respondió el Rey. -Pero ya no te soy útil, parece que mis fuerzas ya no son suficientes para lo que me pedís. -¿Y cómo sabes lo que te pido si no te lo he dicho? -No entiendo… -Por ahí no es necesario entender. Vive… Inten...

Estoy con ustedes hasta el fin del mundo

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El Mago Naranja, el Lector y la Elfo re reunieron frente al Rey y agacharon la cabeza. -¿Están Listos? –preguntó el más sabio de los cuatro. -No lo sabemos –contestó el Mago. -Pero aquí estamos para hacer tu voluntad y no la nuestra –afirmó el Lector. -Entonces prepárense, porque va a ser más difícil. Busquen a su nuevo General, él los ayudará. Usen el azul, les dará suerte. Manténganse unidos, sé que les costará pero hagan el intento. -El equipo ya está trabajando –dijo el Mago con una sonrisa en el rostro. -¿Y nosotros? –preguntó la Elfo. -Dividámonos el trabajo como el año pasado. Acompañemos a los que confían en nosotros y démosle el apoyo que necesitan –propuso el Lector. -Reunámonos en unos días para sincronizar el trabajo –propuso la Elfo. -Hecho –aceptó el Mago y se despidieron los tres con una sonrisa en el rostro. -Esto no funciona así –refutó el Mago. -Vamos, nos tenemos que poner de acuerdo –insistía la Elfo. -No tenemos tiempo para perder. Qu...

Luchar y Valorar

Si todo a mi alrededor, todo se entumeció Desde el jardín una lágrima nació Tierra muerta desde las raíces a los cielos El viento no dejó de tirar las hojas de tus sueños En tres notas se unió un pensamiento triste Y en tus plumas la lágrima resbaló En plena contienda el corazón Paciencia al alma que tarda en desprenderse de mi Usa una mirada como lanza y los dedos como balas al pecho Anoche lo sentí  así, no caíste en la cuenta de mi pesar Que no defiendes lo tuyo, y yo soy tuyo Los mounstros de tu pasado pelean contra los dos Tan cercanos que duele el mismo roce Mientras tanto tardas en tomar valor y dármelo a mi Ellos consumen tu fe en el amor Uso mi espada, pequeño desliz lastima tu ser Y mientras gritas Eureka, yo no distingo donde el rio se hace cielo Hasta que veo que caes de lo alto y te sumerges mi Mientras gritas Eureka, miro tu piel al caminar La espina me atraviesa el corazón, sabiendo que la rosa es la recompensa Si tu...

La leyenda del beso en la nalga o la conquista de Granada. (Luis Sánchez Pollack)

Si empezanos con tonterías, terminamos y en paz. Pero como no queremos terminar, ya que somos como la UCD, vamos a seguir otros veinte años con la misma leyenda. Ab El Hasan, de CC.OO., hallándose un día en la mezquita de Córdoba sumido en problemas sobrenaturales, quedóse dormido sobre la aljofifa. El rey moro, empuñando un algorí de Almodóvar, se acercó a él, como aproximándose. Y dijole: -Es la hora nona, esa hora en que los mezquíes cubren su cuerpo con sarmiento, impregnado en bahorí. Sube al monte y dile al Ben Zoato que no taña más campanas ni queme más saumerios. De lo contrarío, Granada será dominada con el seis doble. A lo que el contertulio almoraví contestó sin bajarse los pantalones: -Oh, señor. Soy hijo del Cebedeo, primo hermano de Camuñas Iscariote, sobrino de don Zanguán y nieto de Somosaguas. Al oír estas palabras, la reina Isabel, que se estaba bañando por primera vez en la vida, le arrojó una corteza de la su roña a la testa, dejándolo tan mal herido que ...

El dinosaurio

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.   Augusto Monterroso