Animate a ser Luz

Veían las balsa llegar y poco a poco se dieron cuenta que eran mas y mas. Los tres acomodaron sus armaduras y comenzaron con sus tareas. Todo el equipo de mágicos seres ayudaba a preparar la llegada de tantas almas que se estaban animando a contagiarse de la Luz que el Rey había encargado a los tres.
Eran cientos los que de a poco se estaban contagiando de esa Luz. Comenzaban a reflejar la luz del faro con la fuerza de sus almas. Los tres corrían mientras veían cómo todo el equipo se esforzaba al 100% por todos. Era el momento de salir de la cueva, de animarse a ver hacia fuera y que los ojos se acostumbren a ver la realidad.
Ya era de noche y había pequeñas luces que comenzaban a indicar que era hora del descanso. Pero había que tener paciencia, ahora era turno de purificar esas almas que se acercaban a animarse a ser Luz. Se acercaban a aquellos que estaban delegados por el Rey para la purificación y se sentaban a su lado. Cuando regresaban a sus lugares, parecían estar en calma con ellos mismos.


 









La mañana siguiente todos parecían estar listos para el final. Eran y son muchos los que ahora gritaban y afirmaban “Me animo a ser Luz”. Entonces llegó el último momento y ahora todas esas luces tenían que salir a seguir contagiando.
El lugar ya estaba vacío. El Rey se acercó a los tres y les quitó las armaduras. Los acarició y luego abrazó.
-Han cumplido su tarea, pero esto no termina acá. Ahora tienen una responsabilidad con esta Luz.
El mago naranja abrazó a su ángel y ambos brillaron tan fuerte como el mismo faro. No había miedos, no había inseguridades, no había nada malo. Entonces se miraron, se besaron y volvieron a abrazar.
-Mi vida es tuya –le dijo el mago.

-Y la mia, tuya…

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