Un Beso y una sonrisa...
El mago se sentó junto al Rey nuevamente.
-¿Querés que te pregunte cómo estás? –dijo el Rey.
-Tal vez si.
-Contame.
-Siento que la túnica no me sirve para llevar todo este peso
–contó el mago-. Quiero ser Luz, pero no me alcanza mi energía para poder alumbrar
a tantos. Los que fuimos eligiendo para que nos acompañen, hay que cargarlos
todo el tiempo con nuestra energía… y nos vamos gastando.
-Entiendo. Pasemos a otro tema.
-Sigo formándome para ser maestro de nuestra historia, pero
no tengo ganas de seguir absorbiendo conocimiento. La información que ya
absorbí parece no dejar lugar a la nueva, y las ganas cada vez son menores. Me
cuesta tanto que hasta dudo de mi vocación como futuro formador.
-Entiendo, Pasemos a otro tema.
-No puedo sustentar a mis cercanos. Mi trabajo fuera de tu
reinado, no me alcanza para que los míos se mantengan. Me desespera el pensar
que tengo que seguir esforzándome y poniendo más de mi cuerpo para poder
mantener mi hogar.
-Entiendo. Pasemos a otro tema.
-¡Soy yo el que no entiende, mi Rey! –se exasperó el mago y
se puso de pie.
-Tu relación con mi subordinado en el fuerte… -lo
interrumpió el Rey, sin subir su tono de voz.
-Se mantiene políticamente correcta. Ha mejorado –suspiró.
-¿Y ella?
-Ella me mantiene en pie… -no pudo evitar sonreírse el mago.
El Rey se puso de pie. Abrazó al mago y salió por una
puerta. Pronto volvió a entrar. La armadura que traía el Rey era aquella Dorada
que hacía poco había colgado. Pero estaba distinta, ahora tenía tantos detalles
naranja, que hasta había comenzado a perder su brillo natural.
-Ponte esto –le pidió el Rey.
Así lo hizo el mago y pronto se dio cuenta que no había
mucha diferencia de peso con la túnica, pero brillaba menos.
-Mi Rey –dijo el mago-. No brilla, no me sirve para ser Luz.
-Busca tu Luz en tu interior, no en el otro.
-Necesito del otro.
-Tenés tu fuente de luz.
-Tengo dos fuentes de luz, de mi sobrino no me olvido.
-Cuídalos mucho, es tu responsabilidad. Cárgate, has que
brille tu armadura, tu túnica. Ponte fuerte, que ya falta poco. Sabés cómo
hacer eso, ¿no?
-Un beso y una sonrisa bastan…
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