Alas Oro, Alas Negras
El mago estaba casi envuelto en
cólera. Aquel superior con el que chocaba tan rápido, ya lo estaba superando con
sus actos.
-Mi ejército es mío –le dijo en
la última reunión.
-Nunca entendiste la inmensidad de
lo que estamos armando –contestó el
mago- Tu ejército es del Rey.
Sus alas doradas se estaban
volviendo negras nuevamente, como aquella vez que luchó contra sus propios
males y el Fénix y el León de Luz lo ayudaron. Sus manos se estaban prendiendo
fuego y la túnica perdía su brillante tono naranja.
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-Si en tu abrazo me puedo quedar,
por siempre así lo haré –susurró el mago.
En aquel beso, las alas del mago
volvieron a ser doradas y el fuego disminuyó.
-Sé que no voy a hacer que te
olvides –dijo el ángel-. Pero nunca voy a dejar que pierdas el color de tus
alas.
...
El Rey estaba mirando por la ventana, de espaldas al Mago y el Ángel. Ella tomaba la mano de su amado con fuerza.
-No se qué hace, mi Rey. Es como si me pusiera trabas para trabajar en tu petición. Armamos un equipo de Luz, pero él no me deja llamarlos.
-Te estás enfrentando a la autorida nuevamente, hijo mío. Te pedí que no lo hagas.
-Pero, mi Señor. Es como si no quisiera que se realice el encuentro. Siento en mi pecho que esto es lo que de verdad amo, y él no me deja. ¿Que hago?
El Rey suspiró.
-Intervendré yo.
-¿Cómo?
-Confía mas en mi. Deja de cuestionarme...
-Lo siento, mi Señor. Es que estoy débil. si no fuera por ella, ya hubiese quebrantado tu ley.
Ella, todavía con su mano fuertemente agarrada a la de él, lo abrazó con sus alas nuevamente.
...
El Rey estaba mirando por la ventana, de espaldas al Mago y el Ángel. Ella tomaba la mano de su amado con fuerza.
-No se qué hace, mi Rey. Es como si me pusiera trabas para trabajar en tu petición. Armamos un equipo de Luz, pero él no me deja llamarlos.
-Te estás enfrentando a la autorida nuevamente, hijo mío. Te pedí que no lo hagas.
-Pero, mi Señor. Es como si no quisiera que se realice el encuentro. Siento en mi pecho que esto es lo que de verdad amo, y él no me deja. ¿Que hago?
El Rey suspiró.
-Intervendré yo.
-¿Cómo?
-Confía mas en mi. Deja de cuestionarme...
-Lo siento, mi Señor. Es que estoy débil. si no fuera por ella, ya hubiese quebrantado tu ley.
Ella, todavía con su mano fuertemente agarrada a la de él, lo abrazó con sus alas nuevamente.
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