El León y el Águila
Después de muchos años, había
llegado a destino. Era una tierra extraña y nueva, totalmente desconocida para
mí. Un hogar me esperaba, pero era nuevo también. Yo venía de las tierras
cercanas al castillo, donde la prosperidad estaba decayendo. Ahora estaba
lejos, buscando nuevas oportunidades. Pero no podía solo, tenía que buscar
aliados.
Emprendí la búsqueda donde sabía
que encontraría a alguien digno, el templo. Allí lo vi. Era igual a mí, tenía
ganas de pelearla.
Hace siete años que nuestro
camino sigue unido. Encontramos más personas dignas de la misión que me había sido
encomendada cuando todavía vivía junto a los gobernantes.
Aquel primer aliado se ha
convertido en mi hermano. Ya hace 10 años que estamos en esta travesía. Compartimos
tantas cosas que se me hace complejo seguir esto sin tenerlo junto a mi.
Ya somos miles con la misma
misión. Yo estoy esperando pacientemente la llegada de la parca. Mi descendencia
llora junto a mi lecho, pero mi amigo me mira sonriente.
Veo desde arriba cómo todos me
lloran. Me siento mal por hacer que tanta gente se sienta mal por mi. Sin embargo,
él no lo hace. Recuerdo nuestra misión y veo que la estamos cumpliendo. La orden
de los magos es gigantesca, y todos lanzaron destellos al aire cuando soltaron
mi cuerpo al mar. Sin embargo no ven que ahora tengo una nueva forma. Plegué mis
alas al apoyarme en el añejado hombro de mi amigo.
-Pronto me voy a unir a vos,
hermano –dijo mirándome-. Tus hijos y los míos seguirán nuestra lucha por la
verdad, demostraran al mundo nuestro credo y se unirán a nosotros al final.
Un niño corre felizmente donde
hace un siglo se desplegó una guerra sangrienta. Ríe emocionado al darse cuenta
que su hermano lo persigue. De repente, un león enorme y un águila color oro se
ven en el horizonte, y ambos niños se frenan asustados.
-Tranquilos –les dice su padre-. Ellos
son los buenos. Gracias a ellos podemos reír.
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