Pastor de Fuego (solo no se puede)

En medio de las montañas, justo donde termina una y empieza la otra, él se encontraba. Lejos, en el horizonte, un volcán dormido planeaba despertar. Alto, muy alto, un águila color dorado proyectaba su sombra sobre el caminante.
El hombre era fuerte, pero no físicamente, sino en voluntad. Su corazón latía fuerte y constante, porque perseguía un nuevo objetivo que mucho mas lo llenaba. En aquel volcán, algo bello lo esperaba.
Mucho tiempo tardo en darse cuenta, pero tras sus pasos una bestia se escondía. Se comía sus sueños y bebía su transpiración. Consumía sus energías y le susurraba cosas para hacerlo volver.
Entonces el hombre giró. La bestia, oscura, alta y fornida, lo miró sorprendido. No se esperaba el enfrentamiento. El águila se posó cerca, sobre una roca, a observar el combate.
-Quiero llegar sin su peso sobre mis hombros –dijo el hombre mientras se sacaba los guantes.
-No tienes la fuerza para llegar –contestó la bestia sin mover los labios-. Tu cuerpo es débil y tu mente pobre.
-Tengo voluntad.
-¿Y de que te sirve, si al final cuando todo estalle solo te consumirás?
-Ayuda –susurró el hombre al águila. Pero el ave no se movió-. Ayuda.
-Ni siquiera el que te acompaña quiere ayudarte –rugió la bestia.
Entonces el ave alzó vuelo y arremetió contra el enemigo. Picó sus ojos y lo dejó ciego. La bestia golpeó el aire, lleno de dolor, y le dio al ave, que se estrelló contra las rocas y quedó herido.
Así el hombre tomó coraje y de sus manos surgió calor. La bestia ciega lo sintió y supo que ahora tendría que luchar. El hombre saltó y golpeó justo en el medio del rostro de su oponente. Pero así también fue golpeado y herido. La sangre de sus rostros estaba comenzando a brotar.
Largo rato estuvieron peleando hasta que la bestia pareció que comenzaba a ganar. El hombre es hombre y se cansa. En cambio la bestia era bestia, mas inteligente, mas sucia.
El hombre quedó tumbado por largo rato, junto al águila. El ave entonces tomó fuerzas y se puso de pié. Extendió dolorosamente sus alas y alzó vuelo. Así el hombre se dijo “Muchos quieren ayudarme a luchar por lo que de verdad amo. No le puedo ganar a esta bestia peleándole de frente, sino volviendo a pararme siempre que me tire.
Se puso de pié, y comenzó a caminar. La bestia lo tumbo y volvió a ponerse de pié, y otra vez, y otra vez… en el cansancio, el águila se hizo bastón y lo ayudó a seguir. Por fin llegaron al volcán. La gigantesca montaña hizo erupción y la lava lo cubrió todo. El bastón volvió a ser águila y se alejó. Entonces la sustancia incandescente llegó al hombre y lo cubrió sin lastimarlo un poco. Sin embargo, la bestia sufrió, tuvo miedo y al fin huyó.

El hombre siguió caminando y al fin llegó a la boca del volcán. De la lava, creó su propio bastón y con sus manos rasgó parte de sus vestiduras. Y desde allí en lo alto observó su rebaño. El pastor estaba listo para guiar.

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